viernes, 20 de febrero de 2009

Preso de su cerebro

Tema del día: la inseguridad. No, con esto no me refiero a que ya no podés ni salir a sacar la basura sin que te aparezca un chorro y te afane hasta los alimentos en descomposición que llevás dentro de la bolsa de nylon. De lo que les quiero hablar es de ese sentimiento insoportable del que hombres, mujeres y homosexuales son a veces poseedores y otras víctimas. Un sentimiento que inevitablemente deriva en una -más que lluvia- tormenta de otras sensaciones igualmente odiosas: celos, baja autoestima y una constante persecución. Si bien el portador de esta inseguridad suele pasar malos ratos, quien realmente lo padece es la persona que está a su lado. Paso a ejemplificar algunas situaciones:
- Por qué te ponés esa pollerita si sólo vas a salir con tus amigas ¿no iban a ser todas mujeres?
- Ah! Ahora te maquillás para ir a trabajar ¿querés presumirle a algún compañerito?
- Dejá de mirar a esos chicos, después no me pidas que te defienda cuando te digan algo (como si quisiéramos eso).
- ¿Desde cuándo hay tantos “chicos” en tu msn?
- ¿Quién te manda mensajitos a esta hora? (10 de la noche)
- Te ayuda con tu trabajo porque te tiene ganas ¿o acaso pensás que lo hace porque es buenito?
Y como estas, hay miles de escenitas más que las pobres víctimas de la inseguridad se tienen que bancar. Seguramente todos ustedes sufren, o alguna vez sufrieron, torturas como éstas. Les propongo que agreguen las que se les ocurra y recen para que éste no forme parte de la larga lista de los defectos de su próxima pareja.

Aclaración: esta nota no habla de nadie en particular, por favor no sea inseguro y deje de perseguirse.

sábado, 14 de febrero de 2009

Llamado a la solidaridad: que alguien mate a Cupido

Tanto rojo da náuseas; un alud de corazones plaga todo lo que mis ojos miran. Cupidos con cara de “yo te clavo, después no te quejes”, rosas, tarjetas… y un ¡noooo! desesperado que resuena en mi mente. Todo lo que la palabra “cursi” pueda englobar se percibe de una manera asquerosa y empalagante un día como este. “Vos porque debes ser una solterona”, me contestó alguien cuando me escuchó vomitar mi ira ante tanto ¿amor? En ese momento no me salió otra respuesta que una carcajada. Pobre infeliz, pensé, llevo tres años de novia el chico más copado que conocí. Y ahí fue, mientras caminaba hacia la parada del colectivo, riéndome todavía, cuando caí en la cuenta de lo que el maldito destino tenía preparado hoy para mí, como una estrategia perfectamente diseñada para tapar mi enorme bocota. Justo este día tenía que caer sábado, cosa que no tengas otra que hacer más que celebrarlo. Yo, sola en mi casa sin otra compañía que la de mi gato, un animal que no se destaca precisamente por ser tierno y adorable. ¿Mis amigos? Bien gracias, los que no trabajan están a cientos de kilómetros o preparando sus exámenes. En medio de mi aburrimiento, y mirando caer la lluvia más romántica del año, acudo a mi compañera más fiel: la compu. Es en ese maldito momento cuando un amigo que vive lejos salta con otra antipática pregunta: ¿Cómo estás pasando San Valentín? Respiro hondo y descubro cuál es el motivo de mi mal humor: “El chico más copado que conocí” está compartiendo un asado con sus amigotes y le espera una larga tarde de cervezas y truco. Hoy más que nunca odio San Valentín, apago la compu, arranco el 14 de febrero de mi almanaque y me voy dormir.